Hace unos días una mamá me escribía
«Tengo un problema. Me queda un mes para volver a trabajar y quiero ir destetando a mi niño de tres meses para que se vaya acostumbrando a los biberones. Pero lo quiero hacer poco a poco para que no sufra. Pensaba darle un biberón al día durante una semana, 2 biberones la segunda semana y así sucesivamente. Cuando empezamos, el primer día lo tomó sin problemas pero a las dos horas lo vomitó. El segundo día tomó solo un poco y también acabo vomitándolo. El tercer día se negó en rotundo a tomárselo. Pensé que era por el sabor de la leche, así que me saqué mi propia leche y se la di en el biberón después del pecho pero se tomó solo 30 ml. El quinto día ya no quiso ni probar el biberón. Ahora en cuanto le acerco la tetina cierra la boca, me gira la cabeza y no deja de llorar. Me da miedo empezar a trabajar y no haberlo conseguido.»
Me acordé entonces del magnífico libro de Carlos Gonzalez » Mi niño no me come» en el que expone que cuando se intenta forzar a comer a un niño, éste pone en marcha lo que él llama el «plan estratégico de defensa contra el exceso de comida….La primera línea de defensa consiste en cerrar la boca y girar la cabeza….Si sigue insistiendo, abre la boca y deja que le metan lo que sea, pero no se lo traga….Si se insiste más todavía se ve reducido a su última trinchera: vomitar»
Aunque en este caso no se puede decir que la madre esté forzando al bebé a comer, si que le está ofreciendo un exceso de alimento. Y utilizo el verbo «ofrecer» porque eso es lo que hay que hacer. Le ofrezco el alimento. Si el niño lo necesita lo toma. Si no lo necesita lo deja.
¿Qué está pasando en este caso?
El primer biberón se lo tomó porque lo pilló por sorpresa, y se lo tomó porque tenía hambre. Igual que hubiera tomado el pecho si se lo hubieran ofrecido. Pero probablemente la cantidad de leche artificial que tomó era mayor a la cantidad de leche que hubiera tomado si su madre le hubiera dado el pecho. No olvidemos que un lactante alimentado al pecho a demanda puede hacer unas 10-12 tomas al día, el doble de las tomas que propone la lata de leche artificial. Además la leche materna se digiere mas fácilmente que la leche artificial, con lo cual no es de extrañar que vomitara 2 horas después de la toma. Aun tenía parte de la leche en el estómago sin digerir.
Al día siguiente se tomó solo la mitad. Esta vez ya se puso en marcha el mecanismo natural que nos permite dejar de comer cuando tenemos sensación de saciedad. Por eso no llegó a vomitar.
Al día siguiente podría haberse tomado también la mitad del biberón, que es una cantidad razonable. Pero ¿Por qué habría de hacerlo? tomando el biberón no tiene el pecho de mamá. A ese bebé, la alimentación le trae sin cuidado. Le da igual cuantos gramos gana por semana, cuanto crece o que sano va a estar cuando sea mayor gracias a la leche de su madre. Le importa tener a mamá cerca, sentir su calor, su olor, su amor.
No hay necesidad alguna de privar al bebé de esa sensación. Ni a la mamá.
Photo Credit: evilpeacock via Compfight cc |
Cuando sea necesario, cuando mamá esté ausente, el cuidador que se quede con el bebé, (si hay suerte el padre o una abuela, pero también las cuidadoras de la guardería que habremos elegido cuidadosamente) se encargarán de alimentarlo y transmitirles ( cada uno a su particular manera) su amor y cuidados. No hace falta «acostumbrarlo» al biberón. Cuando mamá no esté ya comerá con biberón o con cuchara, vaso o jeringuilla.
No hay ninguna necesidad de acelerar ese proceso. No es necesario para el niño y es muy frustrante, incluso doloroso para la madre.
No le niegues (no te niegues) el placer de disfrutar de la lactancia hasta el último momento.
Si te ha gustado esta entrada, te puedes suscribir al blog pinchando aquí
Si te ha gustado esta entrada, te puedes suscribir al blog pinchando aquí