Los niños se aceptan tal como son.
Eso ya lo sabíamos. (Si no te lo crees, mira esto)
A fuerza de darles mucho el ejemplo finalmente aprenderán que estarían mejor un poco mas delgados, o mas altos o con otro color de pelo, etc.
Cuando le decimos a un niño que se tiene que comer toda la comida para ponerse grande y fuerte, a él le es realmente indiferente: no tiene ningún interés personal en ser mas grande y mas fuerte.
¿Para que querría ser mas grande? Si no alcanza algo porque es obviamente demasiado pequeño, irá a buscar una silla en la que subirse o le pedirá a alguien que se lo dé
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¿Para que quiere ser mas fuerte si a correr en el recreo no le gana nadie, o siempre derrota a papá en las peleas de sofá?
Estas estrategias solo tienen una utilidad limitada. Cuando recurrimos a ellas, el niño comerá uno o dos bocados más, porque ha visto que a nosotros, sus padres, sí nos importa que él se ponga grande y fuerte. A todos los niños les gusta hacer felices a sus padres.
Pero a largo plazo no funciona.
Y os preguntaréis ¿Cuál es la verdadera motivación de los niños?
¿De verdad no lo sabéis?
Lo que realmente le importa a un niño es divertirse. Jugar. Reír. Ser feliz en definitiva.
Será mas efectivo si nos inventamos un juego:
- Si te comes las zanahorias, podrás mover las orejas como un conejo (luego habrá que asegurárle que sí las ha movido, cuando lo intente entre graciosas muecas)
- Abrir una mandarina en forma de libro, y contar un cuento a medida que la vamos desgajando, o mientras se come las uvas de un racimo «mágico»
- Hacer el famoso truco de magia de cortar el plátano antes de pelarlo.
- Presentar la comida en formas divertidas
Esta es una receta personal: rodaja de calabaza al horno rellena de tortilla de guisantes |
Si se os ocurren más ideas, no dudéis en compartirlas.